Erase una vez en el lejano oriente donde nació el arte del plegado de papel.
Lo llamaron ORIGAMI, Oru de papel y Kami de plegado. En China servía para adornar con sencillos lazos las ofrendas de los sacerdotes, o también para demostrarse amor por la manera de plegar una carta entre enamorados. Cómo en Japón el papel era un objeto de lujo sólo lo practicaban las personas más ricas. Poco a poco fue creciendo este milenario arte, cada vez con plegados más complicados que llegaban a modelar maravillosas formas de animales y plantas. Era tan importante el arte del origami que todos los niños de la China al Japón aprendían a hacer flores de papel.
Un día unos árabes que viajaban por el mundo quedaron fascinados por este arte, con el que a partir de una simple hoja cuadrada se podía crear un dragón o un elefante. Asombrados por el gran misterio del origami se llevaron algunos ejemplos para sus matemáticos más importantes, y estos investigaron e investigaron y crearon nuevas formas geométricas.
Cómo los árabes eran grandes viajeros ayudaron a extender el arte de plegar papel por muchos países. Así muchas personas de Francia, Inglaterra y España empezaron a hacer también las originales y múltiples formas que pueden salir de un simple papel.
En España se empezó a llamó Papiroflexia. En aquel tiempo había un señor que tenía una larga barba y al que todo el mundo llamaba Unamuno. Él escribió muchos libros contando el secreto del origami para que no se olvidara jamás, y por eso en nuestros días, todavía los niños aprenden a hacer pajaritas de papel.
martes, 20 de abril de 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)